España envejece. Aproximadamente
uno de cada cinco españoles ha cruzado el umbral de los 65 años. La razón de este
cambio demográfico es doble, por un lado la natalidad disminuye, con un índice
de fecundidad de 1,38 hijos/mujer, que está por debajo del nivel del 2,1
necesario para mantener el relevo generacional. Por otro lado, nos morimos mas
tarde. Actualmente 9 de cada 10 españoles sobrepasa el umbral arriba indicado,
cuando hace un siglo solo llegaban unos 3.
Idealmente deberíamos vivir más y
mejor, pero la realidad es que el envejecimiento va asociado con un aumento
descomunal de las tasas de morbilidad y discapacidad. Así que hemos cambiado el
morirnos
por el vivir con una mala salud; en compañía de esas enfermedades
crónicas degenerativas que, como huéspedes no deseados, se han afincado en
nuestra sociedad. De todas ellas, quizá las que más ansiedad producen son las
relacionadas con la discapacidad mental.
Al igual que ocurre con las
enfermedades cardiovasculares y el cáncer, las enfermedades mentales tienen
como raíz una serie de factores genéticos y ambientales que definen, a nivel
individual, tanto su riesgo como la edad de aparición de las mismas. Con
respecto a los factores ambientales, que son sobre los que podemos y debemos
actuar, la evidencia científica nos ha ido demostrando que el ejercicio, la
actividad intelectual, las relaciones sociales y una dieta saludable conducen a
un menor riesgo de demencia senil, incluyendo una de sus formas mas comunes y
temidas: la enfermedad de Alzheimer, para la cual no tenemos todavía cura.
La importancia de la vida activa
De todos los factores ambientales
mencionados más arriba, quizá uno de los que más atención está recibiendo en el
presente es el de la actividad física. Por más de una década, los estudios
epidemiológicos han ido sugiriendo que una vida activa podría ser un factor
protector contra la enfermedad de Alzheimer en particular, pero también contra
el declive cognitivo que tiene lugar durante el envejecimiento.
Sin embargo, como es común en la
investigación científica, los resultados no han sido uniformes. Lo que sugiere
que puede haber factores que modifiquen la relación entre la actividad física y
la protección contra la enfermedad. Un estudio que acaba de aparecer en los
'Archives of Neurology' aporta una pieza que podría contribuir a resolver este
"rompecabezas" al demostrar que en algunos individuos, simplemente el
hábito del paseo diario podría ser suficiente para disminuir el riesgo de
Alzheimer, si todavía no lo padecen, o para atenuar su gravedad si ya tienen
indicios de sufrirlo.
En este estudio, investigadores
de la Washington University en Saint Louis (EEUU), investigaron a unos 200
individuos de edades comprendidas entre los 45 y los 88 años, ninguno de los
cuales mostraron al comenzar el estudio síntomas de la enfermedad. Los
científicos utilizaron una técnica de imagen conocida como tomografía de
emisión de positrones, que les permitió 'ver' dentro del cerebro de estos
individuos y examinar la presencia de placas seniles o amiloideas (β-amiloide
es un péptido de 36 a 43 aminoácidos), que son depósitos que se encuentran en
el cerebro de los pacientes con la enfermedad de Alzheimer.
Pero además de mirar dentro de su
cerebro, estos investigadores miraron dentro de los genomas de los individuos,
ya que como hemos indicado más arriba, las demencias tienen también un
componente genético. En este caso, los investigadores se centraron en un gen
conocido como APOE, que se presenta en tres formas heredadas que son conocidas
como la APOE3, que es la mas común, la APOE2, que es la menos común y la APOE4
que, en España, esta presente en un 10-12% de la población. Es precisamente
esta última variante genética la que se ha visto asociada con niveles más altos
de colesterol en la sangre y por lo tanto con un riesgo mayor de enfermedades
cardiovasculares.
Pero un hallazgo sorprendente e
importante, hace ya dos décadas, vino a demostrar que esta misma variante
genética estaba asociada no sólo con un gran aumento, hasta unas quince veces,
de padecer Alzheimer, sino también con su manifestación más temprana, unos diez
años antes, en comparación con aquellos que tienen las otras formas del gen de
la APOE.
La hipótesis de trabajo de los
investigadores en St. Louis fue que la relación entre actividad física y
Alzheimer podría ser diferente dependiendo de que forma del gen de la APOE se
es portador. De la misma manera que anteriormente se había demostrado que la
mejora de los niveles de colesterol en plasma en respuesta a la dieta estaba
mediada también por este gen. De acuerdo con su hipótesis, los resultados del
estudio vinieron a demostrar que cuando los datos de los 200 voluntarios se
examinaban en conjunto, no se observaba gran diferencia en la presencia de
placas amiloideas entre aquellos que hacían más o menos actividad física.
Sin embargo, cuando los
investigadores analizaron por separado a los 56 sujetos que eran portadores de
la variante APOE4 observaron que, por termino medio y tal como era de esperar,
estos individuos tenían una mayor acumulación de placas amiloideas y por lo
tanto mayor riesgo de Alzheimer. Sin embargo, esto no se observaba en aquellos
con la variante APOE4 y que habitualmente hacían actividad física. En estos
sujetos genéticamente predispuestos a la enfermedad pero activos físicamente,
la presencia de placas amiloideas era similar a aquellos sujetos que no eran
portadores de la APOE4 y, por lo tanto, no tenían un riesgo elevado de
Alzheimer.
Este estudio viene a demostrar
que una actividad física habitual, que puede consistir en algo tan placentero
como el paseo tradicional de nuestra cultura, no sólo beneficia la salud mental
en general, sino en especial la de aquellos que nacen genéticamente
predispuestos a ser víctimas de esta devastadora enfermedad.
Este y otros estudios demuestran
una vez más que tras buscar soluciones "milagro" para problemas
comunes en nuestra sociedad actuales, los mejores remedios están embebidos en
esas tradiciones culturales tan agradables como sanas, que incluyen, además de
la buena comida, la socialización y la actividad moderada habitual.
Fuente:
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2012/01/25/nutricion/1327502153.html
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